jueves, 29 de septiembre de 2011

Adolescencia y política: más allá de los prejuicios

Los resultados de una investigación realizada en Paraná por docentes de la Facultad de Ciencias de la Educación (UNER), establecen algunas interesantes líneas de discusión sobre un tema candente en la actualidad.     

La investigación de Director Novel titulada “Adolescencia y política. Un estudio sobre las representaciones sociales acerca de la política en los adolescentes de Paraná. 2008/9” se desarrolló entre 2008 y 2010 en la ciudad de Paraná. Sus resultados fueron presentados el jueves 23 de junio (FOTO) en el Auditorio “Rodolfo Walsh” de la Fac. de Cs. de la Educación (UNER), en el marco de la Semana Nacional de la Ciencia y la Tecnología, con la presencia de estudiantes de las escuelas Normal J. M. Torres, del Liceo Paula A. de Sarmiento, de la Normal Rural Almafuerte y de la Cervantes.

Objetivos

Los adolescentes están en cualquiera”; “no les importa ni entienden nada”; “sólo piensan en sí mismos y en pasarla bien”; “no son solidarios ni comprometidos como antes”… Expresiones de este tipo son moneda corriente hoy en día: en la televisión, en escuelas y universidades, en el taxi y la panadería, parece estar de moda estigmatizar, generalizar y englobar a todos los adolescentes en un mismo grupo, con idénticas, claras y simples características. Aseverar con un gesto adusto que los gurises de hoy son individualistas y no tienen ningún interés por la política, ni por el prójimo, ni por la sociedad, garantiza a quien lo diga un coro de afirmaciones en coincidencia. Esta verdad parece sencilla, unánime, indudable.

Justamente para escapar al corsé de estos prejuicios, de estas sentencias sin juicio previo, esquemáticas y simplificadoras, es que un grupo de docentes de la FCE realizamos una investigación sobre las representaciones sociales de los adolescentes acerca de la política. La misma se desarrolló en once instituciones educativas de Paraná (incluyendo dos de Gualeguay, para asegurar un mejor control del registro de heterogeneidad buscado para la muestra), de características diversas. De las actividades planteadas por el equipo llegaron a participar más de 300 adolescentes, 50 de los cuales conformaron la muestra final. Buscamos conocer cómo registran y piensan la política los jóvenes en edad de cursar los últimos años de la escuela media en la ciudad, cómo se ven en relación con ella, a qué experiencias la vinculan y qué sienten al respecto.

La investigación llevada a cabo fue de carácter exploratorio y descriptivo, no fue planteada con ánimos de representatividad estadística ni buscó llegar a una fotografía que se pudiera postular como exhaustiva ni generalizable. De todos modos, los resultados alcanzados permiten identificar las ideas que con más fuerza surgieron de las actividades y las entrevistas con los adolescentes. Asimismo, su cruce con investigaciones similares realizadas en el país y en América Latina, habilita ciertas discusiones que, podemos suponer, van más allá del grupo con el que se trabajó en este caso.

Complejidades

Somos conscientes de los límites y la precariedad de cualquier instrumento de recolección de datos que se construya cuando son representaciones sociales lo que se busca conocer. Éstas son dinámicas, fluctuantes, heterogéneas, fruto del conocimiento compartido socialmente y procesado individualmente, en una relación dialéctica difícil de asir, de conocer y de comprobar.

Asimismo, entendemos que la adolescencia no es una etapa en la vida de los individuos que se pueda definir con criterios exclusiva ni principalmente biológicos o etáreos. Por el contrario, ésta es una categoría histórica y cultural, una etapa social, diferenciada de la niñez y la vida adulta, que lejos de tener límites y rasgos precisos, está condicionada por los contextos sociales, culturales, económicos y políticos. La adolescencia, así como la juventud, encierra como concepto una diversidad tal de prácticas, identidades, mundos de referencias, posibilidades sociales y horizontes de expectativas; que la vuelven inviable como categoría cerrada, homogénea.

Resultados alcanzados
Presentamos a continuación las representaciones sociales que con más claridad, reiteración y fuerza surgieron. Creemos que este pantallazo dispara interesantes cuestiones para desarrollar y profundizar.

1. La política como “lo que hacen los políticos”. Los adolescentes entrevistados circunscriben el término “política” a las actividades y relaciones establecidas en el marco de los poderes públicos y del Estado, así como de los partidos políticos que pujan por ocupar dichos espacios. Aparece la idea del político como un profesional, con su saber, formación, técnicas y modo de obrar específicos, a la manera de un “empresario” pero ocupado de administrar “el orden y la ley” en el país; de la mano de la percepción de la existencia de una clase política que, como una elite infranqueable, se ocupa de los asuntos públicos en los que el resto de la sociedad tiene reservado el papel de testigo mudo o de víctima, siempre pasivo.

Dirá uno de los adolescentes entrevistados: “hablamos de política cuando se acercan las elecciones (entonces) nos aburre… siempre se escucha lo mismo”. No parece que la “agenda política” que los medios periodísticos plantean, al recortar, ordenar y clasificar en diferentes categorías los temas que abordan en su rutina informativa, se pueda desligar fácilmente de las alusiones al desinterés, el rechazo, el “aburrimiento” y la apatía que genera en los adolescentes dicho menú de opciones.

2. La política como salvación personal, negocio y corrupción. Aparece como una idea hasta cierto punto previsible, la vinculación directa de la política con el afán de lucro, la definición de la misma como actividad rentable, de la que se participa (casi) pura y exclusivamente para obtener un cargo o réditos fruto de lo que los adolescentes identifican como corrupción. En el origen de estas afirmaciones encontramos, en los adolescentes de sectores económicos medios y medios altos, fundamentalmente los consumos mediáticos e informativos, y las charlas con sus padres, profesores y amigos; mientras que entre los adolescentes de sectores populares aparecen relatos de experiencias directas vividas por conocidos del barrio o de la familia, fundamentalmente vinculadas con lo que tradicionalmente suele calificarse como clientelismo (“la política es fácil: llevas gente y te dan…”).

Estas percepciones redundan en dificultades visibles de comprender y explicitar el carácter político de diversas actividades sociales y experiencias de participación que no encajan en la esfera de lo que ellos mismos, justamente, conciben como política. Así, una adolescente responderá acerca de su intervención en el centro de estudiantes de la escuela diciendo que “lo hacemos por amor, no por política”. En diversas entrevistas aparecerá, de este modo, la contraposición entre el desprestigio de “la política” y el ejemplo positivo que para ellos mismos representa el compromiso social cuando es impulsado no por “intereses políticos” sino por solidaridad. En palabras de uno de nuestros entrevistados: “yo lo haría sin meterme políticamente, ayudar a los demás, sin pedir cargos”.

3. La política como sistema que corrompe. La representación social de este campo de acción como un sistema que corrompe a todo aquel que se anime a ingresar en su esfera, así lo haga con (lo que los adolescentes definen de un modo vago y general como) “buenas intenciones”. Son múltiples las referencias a esta convicción de que poco y nada se puede hacer por mejorar la sociedad desde el ámbito de lo que cada entrevistado caracteriza como la política. La idea remite a un círculo vicioso que exige, al que desea una cuota de poder para tener la posibilidad de modificar diferentes aspectos injustos de la realidad, asumir prácticas y opciones que se contraponen frontalmente con esa voluntad original.

4. La desconfianza hacia la democracia, en tanto este término remite comúnmente para los adolescentes al sistema de gobierno representativo tal como lo conocemos en nuestra experiencia histórica actual y reciente, con sus características, límites, fallas y contradicciones. Este rechazo, que va de la mano con el desinterés expresado respecto del  sufragio como herramienta que posibilite el cambio (“no sirve para nada”, “los políticos prometen y después se olvidan”), remite más a un ánimo de superación de estos vicios y defectos, que a una añoranza por “volver al pasado” con la que frecuentemente se amenaza o deslegitima a todo aquél que ponga en duda y cuestione al sistema representativo como sistema de gobierno y organización política y social. Nos dicen, por ejemplo, que “cualquier gobierno democrático es mejor que una dictadura”, o que la democracia es algo “bueno (pero) democracia en algunos puntos nada más, no sirve”.

5. El escepticismo y el ¿desinterés? Aparece planteado como un escollo para superar los diversos problemas que identifican en la sociedad, la propia desconfianza que muchos adolescentes manifiestan respecto de su propia fuerza como generación, como parte del pueblo. Colocan el eje en la necesidad de un cambio de conciencia, de compromiso ciudadano, ya que perciben a su generación como marcada por el individualismo, la falta de solidaridad y de compromiso, a diferencia de las anteriores, identificadas como más solidarias y comprometidas. Así, el desinterés que les atribuyen a “los adolescentes” generaría escepticismo, y éste a su vez reproduciría el desinterés.

De todos modos, reiteradamente los mismos entrevistados que sostuvieron esta visión respecto de “los adolescentes” lo hicieron separándose del colectivo de referencia. La aparición de la tercera persona (“ellos”) en estas alusiones, estaría marcando la necesidad de diferenciarse, distanciarse y apartarse de dicha calificación. Se impone, en este punto, una revisión del rol jugado y el lugar ocupado por los medios masivos de difusión en la construcción de la imagen que los adolescentes tienen sobre su propia generación.

Para tener en cuenta
Los resultados de la investigación nos habilitan a delinear algunas reflexiones respecto del significado de estas percepciones en el marco de su contexto histórico, político y social. Por ejemplo, las propias tensiones registradas en el discurso de numerosos entrevistados, que expresan un desinterés absoluto respecto de la política pero a la vez relatan experiencias de participación directa de ellos mismos en movilizaciones y procesos de raigambre intrínsecamente política, abren grietas en la supuestamente inquebrantable homogeneidad de su desinterés y falta de compromiso. Los adolescentes entrevistados fueron relatando y describiendo, a modo de emergente, y muchas veces sin vincular explícitamente estas experiencias con la conversación acerca de “la política”, sus propias intervenciones en luchas sostenidas contra la contaminación ambiental en su barrio, contra el aumento del boleto escolar de colectivo urbano, por el reacondicionamiento edilicio de sus propias escuelas y en la conformación de centros de estudiantes. Los balances que realizaron de dichas movilizaciones son positivos (“si no nos movíamos las termas se instalaban”) pero autocríticos (“no estábamos todos” y “sirve pero hay que hacer una lucha sostenida”). Del mismo modo, adolescentes que manifiestan en las entrevistas que “nunca” hablan de política, minutos después, sin que les sea directamente solicitado, construyen afirmaciones (incluso contundentes, con énfasis) o preguntas sobre alguno/s de los temas que poco antes prefirieron evitar, que dan cuenta de ciertos conocimientos, ideas, y opiniones previos, vinculados a “la política”.

En este sentido, que las discusiones acerca de los proyectos políticos no juegan un rol central en la conformación de las identidades de estos adolescentes, se impone con claridad; pero esto no representa ni implica necesariamente esa apatía exasperante que tan a menudo se les endilga.
Asimismo, en las entrevistas surge la idea de que los adolescentes hoy están sumidos en el egocentrismo y el “sálvese quien pueda”, pero esta situación es presentada negativamente por estos mismos adolescentes. Efectivamente, la mayoría rechaza el individualismo, aunque tampoco reivindique en contrapartida los colectivos de pertenencia y solidaridad “tradicionales” (como la patria, la nación, el partido político). Aparece un reclamo de mayor cohesión social para enfrentar el clima de época que los empuja al aislamiento y al ensimismamiento, de la mano de un discurso que apela a la recuperación de valores y lazos que vinculan a los amigos, los vecinos, la familia y la escuela.

Recapitulando, la política es para muchos adolescentes un asunto “de grandes” (y por lo tanto “aburrido”), concerniente sólo a lo que funcionarios oficialistas y candidatos opositores realizan y discuten, y a su vez un ámbito profundamente marcado por la corrupción y responsable de casi todos los males que sufre la sociedad. Ante este panorama, se vuelve previsible (¿y hasta alentadora?) la necesidad de separarse de este campo por parte de los jóvenes.

En efecto, la “desconfianza” respecto de las vías de intervención política a través de los canales institucionales establecidos o ya conocidos, nos demanda interrogarnos si esa negación esconde otra forma propositiva de ver la política o sólo se agota en esa negación. La alusión reiterada a un ideal normativo acerca de la política, un deber ser de la democracia que no encuentra correlato en la realidad, así como la exigencia hacia los adultos (padres y profesores) de la habilitación (o al menos del no impedimento) de espacios y canales de participación más reales y concretos (“no nos tienen en cuenta”); son señales que en este análisis no podemos pasar por alto.

De hecho, el modo en que los adolescentes (con sus tiempos, inquietudes, prioridades y necesidades) “responden” cuando desde las instituciones educativas son estimulados a involucrarse en las problemáticas de las mismas y de su barrios (lo constatamos en varios casos en la investigación); constituye un elemento que debería estimular a profundizar la discusión a los docentes, periodistas, militantes, y a todos aquellos que de algún modo apuesten por un proyecto político transformador de las relaciones sociales y económicas injustas en que se basa el sistema vigente.

Con poco sabor a cierre
De la investigación desarrollada queda material, herramientas e información, con los que podemos avanzar en deconstruir ciertos prejuicios que circulan en forma hegemónica en los medios masivos de difusión y hasta cierto punto en el ámbito académico. Así, problematizar y no tomar como punto de partida (a priori) incuestionable esta presunción del “individualismo de los adolescentes de hoy” es también reconocer que las representaciones políticas de adolescentes que son nietos de la última dictadura, hijos de la resaca de la década del ‘90, y que tenían entre 8 y 11 años cuando estalló la “crisis de representatividad” del “que se vayan todos” de diciembre de 2001 en Argentina, no pueden ser estudiadas con el mismo libreto con que se escribió y se leyó la historia de las generaciones que los precedieron.

Así, si bien sobre un objeto de estudio tan complejo, dinámico y heterogéneo, no se pueden extraer conclusiones terminantes, la necesidad de desarmar los preconceptos con que rápidamente suele describirse y englobarse al conjunto de los adolescentes, sí aparece como impostergable. Y esto, por sí solo, cuando del lugar del que nos intentamos correr es el de la generalización simplista, es un paso interesante para dar.
El equipo de investigación fue dirigido por el Lic. Ignacio González Lowy, codirigido por el Lic. Esteban Castaño e integrado por los Lic. Aixa Boeykens y Juan Fraiman y la profesora Carolina Gervasoni. Colaboraron la Lic. Alejandra Lascano y la estudiante Romina Buchmann Báez. El profesor asesor fue el Lic. Germán Cantero.
Publicado por Río Bravo el 26 de junio de 2011.

Debí imaginarme de que se trataba la nota por el título en particular, pero igualmente la leí y me gustó mucho. Es claramente lo que, por lo menos desde mi punto de vista, veo muchas veces y que la gente más grande no puede ver. ¡Gracias a quienes hicieron esta nota! 

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